Desde Estambul...


Hoy me sentía en la obligación de escribir. De escribir sobre un tema ante el cual me he estado mordiendo la lengua y me he negado a emitir ningún juicio de valor durante mucho tiempo. Pero creo que al fin ese día ha llegado, aunque realmente lo esté haciendo con las manos y el corazón temblorosos. No por miedo, no lo veáis desde ese punto, sino por la ansiedad que me produce el exponer mi opinión, más bien basada en vivencias y sentimientos que en puros datos estadísticos o conocimientos geopolíticos. Espero que me comprendáis… 


Como muchos españoles llevo ya unos años viviendo en el extranjero. Aún a día de hoy me queda suficiente orgullo para decir que me fui porque quise, no porque me echaran, porque lo cierto es que desde que tenía unos 17 años he querido vivir una temporada en el extranjero. El lugar me daba un poco igual: en mi mentalidad de adolescente rebelde sólo quería escapar. Pero por suerte para mí ese momento llegó a los 23 años, supongo que más madura, con la carrera finalizada y encontrándome en ese limbo de no experiencia-no trabajo, ni tampoco dinero para seguir formándome. 

Como soy más terca que una mula y quien la sigue la consigue me concedieron una beca para estudiar en el extranjero. Y dentro de nada ya cumpliré tres años, y con esperanzas de quedarme, aquí, en Estambul. Incluso entonces, cuando “todo” estaba mucho mejor, tuve que lidiar con toda clase de comentarios, positivos aunque también despectivos sobre el lugar en el que resido actualmente. Al principio estos últimos me los tomaba a broma y cuando en ocasiones las conversaciones versaban un poco más serias intentaba dar mi opinión hasta que me tachaban de sesgada por vivir aquí. ¡Y lo cierto es que claro que puedo estar sesgada! Al final he caído en la actual indiferencia porque tampoco soy yo nadie para cambiar el pensamiento de la gente ni lo pretendo, pero no voy a gastar mi tiempo en vano en discusiones que se sabe que no llevan a ninguna parte. 

Cuando hablo de que me he estado mordiendo la lengua sobre un tema me refería a uno al que suelen derivar todas estas conversaciones: al terrorismo. Quede claro que por supuesto lo condeno, sea cual sea el grupo del que provenga, pero nunca he entrado en ponerme banderas o expresar repulsa de todos y cada uno de los atentados terroristas que se cometen en el mundo porque desgraciadamente si intentara ser justa no tendría día para ello. Hoy trataron de contactarme, supongo que en calidad de española viviendo aquí, para que hablara sobre lo ocurrido ayer en el aeropuerto de Atatürk. A lo que yo pensé: “¿Qué querrán que cuente? ¡Si me enteré de lo ocurrido al llegar a casa después de patearme la media ciudad opuesta a donde se encuentra ese aeropuerto! ¿Quieren que diga que tengo miedo y que no voy a salir a la calle? ¿Ahora? ¿Con este atentado en especial y no con el resto?”. Conozco bien los valores noticiosos de un acontecimiento, Padrenuestro del periodismo junto con la famosa teoría de la comunicación emisor-canal-mensaje-receptor, pero siempre me ha parecido bastante arcaica para los tiempos que corren. Esto ha sido una matanza miserable, pero las ha habido mayores y menores (en Estambul solo 7 en un año), en diferentes regiones, incluso diarias que como mucho ocupan un pequeño apartado en internacional que cae en el olvido enseguida. Y me estoy refiriendo sólo a un país. Nunca compartiré que los medios valoren un atentado en función de la cantidad de personas que mueren, la nacionalidad de estas y/o del lugar donde mueren, y del mismo modo eso se traslada a la gente, ya que muchos piensan “Ellos se lo han buscado con sus políticas e ideas religiosas”, y otros tantos que “En mi región/país mueren X personas al día por la guerrilla”, entrando en esa espiral perversa por las que nos consideramos con el derecho de valorar vidas en función del “poder” de su pasaporte. 

Sé que había dicho que no iba a tratar de persuadir a nadie dando mi opinión, pero debo decir que yo amo Estambul, y nunca había sido capaz de expresar con palabras lo que siento por esta ciudad, la vida y la gente que me ha dado hasta este mismo instante. Porque hilando con una charla TED sobre la vulnerabilidad que vi hace unos días, siento que por primera vez en mucho tiempo alguien o en este caso una ciudad me demostró que “yo sí era suficiente para ella” cuando más necesitaba que alguien me lo dijera. 

Y por eso cuando ocurren sucesos como el de ayer se me pone un nudo en el estómago. Cuando una bomba explota en Sultanahmet y pienso que el mes pasado estuve por allí de turismo con un amigo que vino a verme, cuando otra explota en la calle Istiklal el día en que mi compañera de piso iba a pasarse por allí a cambiar una chaqueta en H&M, cuando atentan contra un coche de policía en la calle por la que pasé un día antes de camino a la universidad a hablar con mi tutora, o cuando ocurre lo del aeropuerto de Atatürk tres días antes de tener que ir a buscar a una amiga a la terminal de vuelos internacionales. Estos son mis ejemplos y vivencias, cada persona podrá incluir las suyas. Y con todo, en ningún momento he salido a la calle con miedo, aunque sí con conciencia al ver el excesivo control en centros comerciales, a tanta gente reunida en la calle realizando el iftar del Ramadán o en los barrios donde se reúnen los estambulitas para beber o salir de fiesta. Ese pensamiento que te cruza la mente de que un loco podría llevar a cabo una masacre justo delante de tus narices en ese mismo instante. 

He visto gente renunciado a Becas Erasmus, amigos y amigos de amigos que no han venido o han retrasado su visita meses esperando a que la situación se calmase, vuelos a medio llenar, gente que trabaja de guía en su idioma natal prácticamente desempleada porque el turismo ha caído, etc. Personalmente, nadie de mi familia directa ha hecho el más mínimo amago de querer visitarme. Y puede que antes rabiara y dijera que exageraban, pero ahora desgraciadamente no me siento capaz de reprocharles nada. 

La verdad es que no sé exactamente a dónde quiero llegar con todo lo que estoy escribiendo: simplemente siento que en los últimos meses han sucedido demasiadas cosas que han ido llenando gota a gota un vaso imaginario al que hoy parece le han pegado la patada. Aunque brame porque para unos acontecimientos sí y para otros no, agradezco la preocupación de la gente en la distancia y a los que me dicen que vuelva cuanto antes. Pero siento que al igual que a muchos expatriados aquí, o al igual que muchos otros que han pasado una larga temporada en Estambul o Ankara todo esto les duele en las entrañas, y parafraseando un artículo que leí hace meses que invitaba a seguir viniendo a visitar Estambul a pesar de todo: 

 “Y si bien es una reacción natural el mantenerse alejado del centro de la tragedia, debemos resistir el impulso de esconder nuestras cabezas bajo tierra”







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